¿Qué convirtió Lo que el viento se llevó en una película mítica?

 

   En el éxito de Lo que el viento se llevó tuvieron que ver la riqueza de los personajes, la épica del argumento, lo espectacular de los decorados, pero, sobre todo, un alocado proceso de producción que hizo de esta película una de las mayores aventuras de la historia de Hollywood. Por su rodaje pasaron cinco directores, tres operadores y un número indeterminado de guionistas. ¿Cómo pudo mantenerse cierta coherencia en medio de este caos? Porque, al frente de todo y de todos, tiraba de riendas y látigo un productor con mano de hierro que, puestos a buscar autores, sería el verdadero padre de Lo que el viento se llevó.

   David O. Selznick tenía por entonces 34 años y era el productor independiente más activo de la industria. Había comprado en 1936 los derechos de la novela de Margaret Mitchell cuando era todavía un manuscrito y, a pesar de que nada más publicarse se convirtió en todo un fenómeno social, nadie en Hollywood confiaba en la viabilidad de un proyecto que, dado su tono épico, requería una enorme inversión. “Va a ser el mayor fracaso de todos los tiempos” auguraba, por ejemplo, su competidor Jack Warner. Ajeno a la opinión general, como si fuera un visionario -o un insensato-, Selznick hipotecó su carrera. Según las encuestas entre los lectores, Clark Gable era el mejor de los Rhett Butler posibles, así que, para poder contar con él, no dudó en pagar una fortuna a su propio suegro, Louis B. Mayer, con el que por entonces tenía contrato el actor. La Metro se encargaría además de la distribución pero, como Selznick estaba comprometido con la Universal hasta finales de 1938, Lo que el viento se llevó no podría estrenarse hasta el 39. ¿Qué hacer para mantener el interés del público durante tanto tiempo? El productor tuvo una idea efectiva y original. Con la excusa de que ninguna de las actrices conocidas le gustaba para interpretar a Scarlett, emprendió una campaña en busca de algún talento desconocido. Filmaba pruebas en todos los rincones del país, hizo soñar a muchas jovencitas y consiguió, de paso, que no se dejara de hablar de Lo que el viento se llevó. Mientras, en Hollywood, todas las grandes estrellas femeninas se peleaban por el personaje, que fue, al final, para una desconocida actriz inglesa llamada Vivien Leigh.

   La primera escena que se rodó fue el espectacular incendio de Atlanta. Se quemaron para filmarlo viejos decorados entre los que estaban, por ejemplo, los de King Kong y fue tal el resplandor que provocó el fuego que algunos vecinos de Los Angeles huyeron asustados hacia el desierto.

   El guión se escribía y se corregía varias veces al día. David O. Selznick lo controlaba todo y de ahí los cambios continuos en el equipo. El director George Cukor fue despedido, según algunas versiones, porque Gable consideraba que se preocupaba más de las actrices que de él; según otras, por sus incesantes desavenencias con el productor. Más obediente, Victor Fleming terminó la película. Puede que Selznick fuera un tirano pero, a juzgar por los resultados, aquella vez no se equivocó. Trescientas mil personas se hicieron a la calle el día del estreno en Atlanta. La película ganó diez Oscar y, desde entonces, su aura de leyenda no ha hecho sino crecer. El productor murió con un sueño incumplido: haber rodado una secuela. Margaret Mitchell, la escritora, no accedió.